Son dos sentimientos contrarios uno de otro: envidia y admiración…
Esta fábula nos ayuda a ilustrar este tema: La serpiente y la luciérnaga.
Cuenta la leyenda, que una vez, una serpiente empezó a perseguir a una luciérnaga; ésta huía rápido de la feroz depredadora, pero la serpiente no pensaba desistir.
Huyó un día y ella no desistía, dos días y nada.
Al tercer día, la Luciérnaga paró y fingiéndose exhausta, dijo a la serpiente:
– Espera, me rindo, pero antes de atraparme permíteme hacerte unas preguntas.
– No acostumbro a responder preguntas de nadie, pero como te pienso devorar, puedes preguntarme.
– ¿Pertenezco a tu cadena alimenticia?
– No.
– ¿Te hice algún mal?
– No.
– Entonces, ¿Porqué quieres acabar conmigo?
– Porque no soporto verte brillar.
La luciérnaga se atrevió a recabar esa información, porque quería entender la situación que a todas luces le parecía sin sentido.
Una vez enterada de la envidia de la serpiente, se limitó a sonreír y volar más alto y rápido aún, con lo que la serpiente se quedó con ganas de ese bocado tan luminoso que demostró estar fuera de su alcance.
En un guiño final de su luz, el bichito alado le gritó a la serpiente, muy encima de ella:
-“Es hora de que aprendas a brillar tú misma de un modo tan hermoso que aún nosotras las luciérnagas, observemos con admiración, tu gran resplandor”
Esta fábula nos ilustra que en el entorno de cada uno de nosotros, siempre hay “serpientes” que intentan opacar nuestras ganas, nuestro trabajo, nuestros esfuerzos por estudiar, por mejorar, por avanzar, por hacer, por crear…
Volemos siempre por encima de ellos y con nuestra luz iluminemos su camino, para que ellos también puedan avanzar.
La palabra envidia, en latín significa “yo veo” y la palabra admiración, significa “yo miro” por lo tanto podemos entender que el acto de envidiar es “mirar mal”, es como decir: te miro para destruirte. En caso contrario de la admiración que lo que nos enseña y nos invita es a mirar al otro para aprender cómo lo logró y cómo lo hace.
La envidia es una profunda bronca producida por el logro de otros. La envidia es un deseo de venganza; tu brillo opaca al envidioso. La envidia acortará tu visibilidad y ejercerá la misma función que la neblina: no te permitirá ver más allá de lo que está al alcance de tus ojos. La persona que envidia pasa tiempo opinando y juzgando todo lo que el otro tiene, en lugar de orientarse a alcanzar sus propios sueños, por lo cual termina convirtiéndose en verdugo en vez de ser protagonista de su propia vida.
Cuando tu estima y tu yo estén seguros de sus capacidades y habilidades, cuando hayas determinado que nada te moverá de tu objetivo a seguir, nunca nadie más te despertará “envidia”.
En lugar de envidiar, ADMIRA….admira lo bueno, admira los logros, admira lo alcanzado, lo realizado, admira el esfuerzo y los intentos. Admira la belleza, la nobleza, la alegría, la motivación y perseverancia y que toda esa admiración te haga aprender, imitar y modelar todo lo bueno y digno de admiración que vez en los demás.