Ayer recibí una gran lección…nuestros hijos muchas veces son nuestros grandes maestros en este camino que se llama la vida.

Llegamos a un restaurante a almorzar, cada uno pidió su plato principal y cuando nos lo sirvieron a cada uno, yo (no a manera de queja, sino como observación) les comenté que lo que me había pedido no se veía con buen aspecto, que se veía sin sabor y un poco seco.

Uno de mis hijos, al escuchar mi expresión de inmediato reaccionó y me dijo: “mami, deberías probarlo primero, antes de juzgar según lo que ves”…

Primera llamada de atención….por supuesto, pensé! Tenía toda la razón!!!

Al probarlo, me di cuenta que tenía un sabor delicioso! Al ver mi reacción, otro de ellos (un poco más analítico y racional como la madre) nos dice a todos en la mesa: “ven, cómo no debemos juzgar y menos antes de probar lo contrario”… Segunda llamada de atención!!

Escuche mamá, aprenda y anote – me dije a mi misma en mi más absoluto silencio…

Muchachos más jóvenes que yo, dándome una lección para aplicar, y utilizando este hecho como analogía de vida, pienso que: nunca, bajo ninguna circunstancia, deberíamos opinar o juzgar deliberadamente sobre algo si no tenemos la certeza que así es – y aún así debemos tener mucho, demasiado cuidado.

Esa escena quedó dando vueltas en mi cabeza por un corto rato, y me deja ver como nosotras tanto madres y padres, deberíamos poner en práctica lo que muchas veces les decimos y les enseñamos. A dar vida en nosotras, en nuestro actuar, todas aquellas cosas y enseñanzas que muchas veces les decimos, sobre todo el no juzgar, no sentenciar, no criticar…

Este simple hecho, me hizo analizar un poco más allá, pero también hay que comprender que como humanos que somos muchas veces fallamos, nos equivocamos, pero siempre lo importante es retomar el camino y seguir adelante.

Me hizo pensar que ellos se fijan en todo lo que hacemos, que muchas veces son nuestro propio espejo y que sobre todo aprendemos todos de todos y que por lo general los que más aprendemos somos nosotros de ellos! Ellos nos hacen ciertas veces buscar la coherencia, rerutear el camino, parar y detenernos y volver a seguir, observar por donde vamos y sobre todo disfrutar la travesía…muchas veces sin ellos tan siquiera darse cuenta!