¡De los niños, de esos pequeños tenemos tanto que aprender!!
En la biblia, existe un versículo que dice lo siguiente: Mateo 18:3
“y les dijo: —Les aseguro que, para entrar en el reino de Dios, ustedes tienen que cambiar su manera de vivir y ser como niños.”
¿Y cómo son los niños? Basta ver jugar a un niño o bien recordar cuando nuestros niños eran pequeños…Un ejemplo muy hermoso es cuando hemos puesto de pie a un niño al borde de una piscina y nosotros adentro del agua le extendemos los brazos para que se lance y el niño con plena seguridad se deja caer porque tiene la certeza y la seguridad que lo recibiremos en nuestros brazos. Plena confianza…
Un niño cuando juega se entrega por completo al momento presente, lo disfruta, lo vive.
Un niño si pelea con otro niño rápidamente olvida, perdona y continua como si nada hubiera pasado.
Un niño no se preocupa de lo que va a comer hoy o mañana, sabe con gran seguridad que todas sus necesidades le serán saciadas.
Un niño hace siempre su mayor esfuerzo, hay que verlo aprendiendo a caminar o saltando…hacen siempre lo mejor que pueden y avanzan cada día para lograrlo cada vez mejor.
Un niño cuando tiene algún malestar, cuando algo le sucede, corre a los brazos de su madre, de su padre…porque sabe que ahí está seguro y a salvo.
Será que es esto lo que Dios quiere que entendamos, interioricemos y practiquemos en nuestra vida? ¡Ser como niños ante Él!!
Confiar plenamente en Él, así como el niño que se tira del borde de la piscina a los brazos que lo reciben con amor y seguridad, que seamos capaces de vivir intensamente el momento presente y vivamos en el ahora, en el hoy. Que aprendamos a perdonar fácil, rápidamente y sin remordimientos. Que nos ocupemos de proveer nuestras necesidades en vez de preocuparnos por ellas, en esforzamos cada día para hacer siempre lo mejor y dar lo mejor de nosotros en todo momento – haciendo lo ordinario de manera extraordinaria. Acudiendo a Dios, a esa fuente infinita de amor cada vez que queramos y lo necesitemos – y no solo en la necesidad sino cada día de nuestro día para así llenarnos de su fuente de amor y de luz.
Se dice que la mayor desgracia del hombre actual es la pérdida de la conciencia de saberse niño, porque su carencia imposibilita la actividad paternal y educadora de Dios en su vida y en su mundo…