En un libro que leí hace poco decía algo así:
“Ante todo tenemos que aprender a cultivar nuestro jardín…”.
La mayor parte de nuestros problemas, de nuestras dificultades, de nuestros sufrimientos y actitudes autodestructivas nacen de que ignoramos esa necesidad.
Cultivar nuestro jardín significa que, como individuos que somos, debemos centrarnos primeramente en el único terreno sobre el cual disfrutamos de absoluto dominio – es decir: NOSOTROS MISMOS.
Después, cuando ya hemos puesto en orden nuestra vida, podremos ayudar a quienes necesitan y pidan nuestro auxilio.
Es tan común ver cómo tantas veces nos fijamos en el jardín del otro, en lugar de velar por el nuestro; nuestras flores, cultivos, frutos y malezas y así tratar de embellecerlo cada día.
Cultivando nuestro propio jardín, poco tiempo tendremos para echar ojo y criticar el jardín ajeno, para querer cambiarlo y modificarlo. Más bien, aprenderemos a aceptar cada jardín como una obra única y exclusiva de su hacedor y así seremos más felices y viviremos más en paz con nosotros mismos y los demás.
El atender el propio jardín significa sembrar y cuidar todas esas actitudes de cambio que nos hacen crecer, aprender a amarnos a nosotros mismos, aceptar a los demás y amarlos tal y como son, no desear cambiar a quienes se ama, y dedicar la propia energía vital a ser una persona tan feliz y realizada como sea posible.