Cada día muchas relaciones mueren porque se debilitan por sed de amor, de ternura, de atenciones; por falta de un abrazo, una caricia, una palabra…simplemente porque en algunos casos muchos hombres y mujeres han gastado sus vidas buscando el petróleo del siglo: el dinero, el poder, el reconocimiento o la posición social. Al final del camino se dan cuenta que invirtieron todo su esfuerzo en lo que no rinde fruto.

Decidamos a darle el valor a todo aquello que no se puede comprar con dinero. El dinero y el trabajo por supuesto son importantes para nuestra vida, sin embargo, no pueden saciar la necesidad de amor, apoyo, aceptación y seguridad.

Decidamos cada día cultivar nuestra vida interior, nuestra relación personal con Dios, nuestras relaciones de familia, y así, aún al morir, trascenderemos en la vida de los nuestros.

No hay dinero, ni fama, ni trabajo que pueda sustituir la maravillosa vida de familia en la que cada uno de nosotros podamos expresar los sentimientos más nobles a los que amamos. Sembremos amor y tolerancia en nuestra familia y de igual forma cosecharemos amor y aceptación.

Cuando hay éxito en esta área de nuestra vida, el éxito en el trabajo y en lo profesional está garantizado, y todo lo que hagamos prosperará.

Una antigua y sabia sentencia del historiador romano Salustio dice: “Todo reino se mantiene con las fuerzas que le dieron origen.” Preguntémonos acerca de eso: qué fue lo que dio origen a nuestra relación?Que nos gustaba del otro cuando decidimos compartir nuestras vidas? Detengámonos en este punto que sin duda sacaremos muchas respuestas favorecedoras para retomar y hacer cambios positivos.

Hay muchas señales de alarma como también vitaminas que nos pueden ayudar a reencantarnos, a tomar cuidados amorosos y a alimentar una relación, si eso es lo que queremos.

Una de las señales son las luces amarillas, las cuales nos indican que algo no anda bien y merece atención, nos señala la proximidad de algo más grave. Si las percibimos y no le damos la importancia que se merecen pronto pasarán a luces rojas y el choque será inminente.

Démosle sentido profundo y atención especial a esas luces sobre el camino. Son un parámetro importante y fundamental para tomar en cuenta si queremos y tenemos la disponibilidad de vivir en una relación de amor y respeto, y a la vez acudir con frecuencia al “consumo de esas vitaminas” que juntos nos fortalecen, esos pequeños detalles que no tendríamos que descuidar nunca porque son los que ayudan a que el día a día sea gratificante de tal manera que vivir con el otro sea nuestra felicidad. Cuando se enciende una luz de alarma, esas vitaminas se vuelven imprescindibles y urgentes…de qué vitaminas se trata? Se trata de una serie de acciones que hacen que nuestra vida en común sea más llevadera y más feliz. Vitaminas como por ejemplo: decirnos palabras positivas cada mañana, reconocer el trabajo del otro, nunca decir un no tajante – hay muchas formas diferentes y dulces de decir las cosas-, sonreír, tener sentido del humor, organizar un paseo sorpresa, reconocer muchas veces nuestros propios errores, pedir perdón, tener detalles uno al otro, dejar en algún sitio una nota cariñosa, proponer alguna actividad que los motive y mostrar un interés especial por lo que el otro está haciendo.

Y como todo esto, muchas cosas más. Con ellas conseguiremos crear un clima en el que se lee entre líneas el mensaje: “Yo estoy aquí por ti, quiero hacerte feliz por encima de todo, te quiero y voy a poner todos los medios que estén a mi alcance para que esto funcione. Quizá me he equivocado, pero puedes contar conmigo siempre.”

Empecemos por estas cosas simples, hagámonos la vida más agradable. Comencemos el día con alegría y buenos propósitos y reconozcamos que al buscar la felicidad para los demás, la encuentras por ti misma.