Estaba tan pequeño y asustado, pasó toda la noche tratando de buscar la salida y por más que lo intentó sus alas no alcanzaron la altura de ese muro para poder salir libre y alzar vuelo.

A la mañana siguiente, quizá un poco hambriento, cansado y golpeado de estar intentándolo llegó una “mano amiga” para ayudarlo. Su instinto de conservación y supervivencia lo hacía resistirse a aquella mano que solo quería sacarlo de donde estaba y dejarlo en libertad. No quería hacerle daño, sólo quería salvarle la vida, sacarlo de ahí y dejarlo libre en su medio natural, que se reencontrara con su mamá y volara en total libertad.

Por un lado la mano intentando agarrarlo, por otro lado el pajarillo asustado revoloteando y así pasaron unos minutos hasta que por fin se dejó agarrar.

Su pequeño corazón parecía ser más grande que su pequeño y emplumado cuerpo… latía tan fuerte, estaba tan asustado y cansado que no le quedó más que darse por vencido, entregarse a la situación y dejarse capturar.

Poco a poco su corazón se fue tranquilizando, el calor de la mano le calentó sus frías patitas y esa voz suave superó su asustado canto, y cuando llegaron al sitio ideal para que volara, la mano se abrió pero el pajarito siguió aferrado a ella…no quería volar…

Después de varios intentos, de hablarle muy suave, mirarlo a los ojos, se animó a dejar la mano, se fue acercando poco a poco a su medio nuevamente y finalmente voló, voló alto y se alejó.

Utilizando esta historia real como analogía de vida, cuántas veces a nosotros – como seres humanos – nos ha pasado algo similar? Nos sentimos perdidos, viviendo entre paredes donde no encontramos la salida, como en un laberinto, atravesando una serie de retos donde no vemos la salida al final del camino.

Cuántas veces a lo largo de nuestra existencia quizá cansados y asustados, algún otro ser humano, ha querido ayudarnos a salir de donde estamos, cuántas veces hemos sentido esa mano de Dios que nos la extiende y quizá tememos el aferrarnos fuerte a ella – por la razón que sea!

Cuántas veces al entregarnos a una situación equis, reconocerla y dejarnos humanamente guiar y dirigir, poco a poco encontramos que hay un camino ideal para seguir con nuestra vida. Un camino que poco a poco nos impulsa a volar de nuevo, a continuar, a encontrar poco a poco esa paz, retomar la ruta y llegar a ese lugar seguro, ese lugar donde nos sentimos amados de nuevo, acogidos y protegidos, donde pase lo que pase sabemos que ahí es donde estamos seguros, estamos a salvo y nos sentimos amados.

Escrito especialmente para todas esas personas que en algún momento se han sentido atrapadas por la situación que sea, por diferentes dificultades que enfrentar, en especial lo escribo pensando también en todos esos seres humanos que viven en condición de calle, que por diferentes situaciones de vida y sus propias decisiones, los han hecho llegar a llevar ese “estilo de vida” del cual muchas veces ni ellos mismos logran encontrar una salida.

Por todas esas personas, pido a Dios que en algún momento de su vida encuentren esa mano amiga que los ayude a salir de donde se encuentran, volver a su nido y volar en plena libertad por la vida!!