Muchas veces tenemos la impresión de que los hechos externos – todo aquello que nos sucede – tiene un impacto en nuestra vida produciendo o provocándonos emociones muy diversas como la cólera (enojo, rabia) o satisfacción, alegria o tristeza, entre otras. Existiendo así, según esta idea, una relación directa entre el suceso (lo que nos pasa o sucede) y la emoción.  

Te pongo un ejemplo claro: si alguien nos insulta, nos sentiríamos ofendidos.  De esta forma tenemos la percepción de que existe una relación lineal (de causa y efecto) entre hechos y emociones. Ciertos hechos externos como: un abandono, la amenaza de despido del jefe, el insulto del vecino puede provocar en nosotros efectos emocionales tales como: depresión, ansiedad o ira – por ejemplo.

 En todo esto juega un papel fundamental la psicología cognitiva, un método de transformación personal muy eficaz, ya que nos dice que esto NO es así.  Entre los hechos externos y los efectos emocionales existe una instancia intermedia que juega un rol determinante: son los PENSAMIENTOS.

Si yo me deprimo ante el abandono de mi pareja – por ejemplo – no es el hecho en si: es porque yo me estoy diciendo a mi misma algo así como: “Dios mío, estoy sola, esto es horrible, no lo soportaré, soy una fracasada…” Y todas estas ideas producirán en mi la emoción correspondiente, en este caso la emoción puede ser miedo, depresión y desesperación.

Son las ideas, la interpretación que le damos al abandono, es nuestro diálogo interno lo que nos deprime, no el hecho de que esa persona se haya ido.  De echo, habrán personas, que frente al abandono de su pareja, celebran una fiesta! Obviamente son actitudes, reacciones y percepciones diferentes ante un mismo hecho, un diálogo interno diferente.

Epíteto tiene una frase que me encanta, dice así: “No nos afecta lo que sucede, sino lo que nos decimos acerca de lo que nos sucede”.

Todos tenemos la impresión de que los hechos producen de forma automática las emociones , y este error es el principal enemigo del crecimiento personal.  Por ejemplo, muchas veces decimos frases como: “Fulanito(a) me saca de quicio”, y con esta frase estamos cometiendo el error del que hablamos.  NO es Fulanito(a) quien me saca de quicio, ¡soy yo quien lo hace y permite que me sienta así!

Si nos detenemos un momento y analizamos nuestro proceso mental veremos que esa persona lleva a cabo determinadas acciones  (se supone que inconvenientes) y yo me estoy diciendo (mi dialogo interno) ideas como: “esto es intolerable, no lo puedo soportar, me cae mal…”

Son todas esas ideas las que tienen el poder de irritarme, no las acciones de esa persona en particular.  De echo no todo el mundo reacciona de la misma forma ante un hecho como este , a algunos les irritará más que a otros.  Hay a quien incluso no le producirá ningún malestar , y todo dependerá del dialogo interno de cada cual.  Es el diálogo interno el verdadero productor -aveces oculto- de las emociones.

Ahora piensa qué hechos te provocan alguna emoción y analiza que es lo que te dices a ti mismo ante esa situación en particular, cual es tu diálogo interno ante tal hecho, eso es exactamente lo que nos afecta y provoca en nosotros las diferentes emociones.

Cuando nos habituamos a evaluarnos de una forma más exacta, realista y positiva, nuestras emociones se vuelven mucho más serenas, porque recordemos: las emociones que sentimos son siempre producto de nuestros pensamientos o evaluaciones.

Mi deseo es que cada día aprendamos a cuidar de ese diálogo interno, que lo utilicemos a nuestro favor, para que logremos hacer cambios, mejoras y lograr conducirnos así a tener emociones más serenas que nos guiarán a una vida más plena y feliz!